Serendipias.
He de confesar que cuando era pequeña, fui al psiquiatra una temporada. Sí, puede que os choque que yo, epítome de la cordura, necesitara los servicios de estos matasanos en alguna ocasión, pero así fue. Tenía yo 7 años, y unos celos incontenibles de mi hermana pequeña recién nacida, que me llevaban a mearme en la cama para que mi mamá me hiciera caso y me diera besitos. Mis deseos de que la gente me escuchara eran tan grandes que le dije a una psicóloga infantil que me quería suicidar y que nada tenía sentido, así que ésta (que creía todo lo que yo, a mis tiernos 7 años le decía) me derivó a un psiquiatra, más hábil con la mente infantil que ella, y con capacidad de recetar drogas duras.
El caso es que el hombre era simpático, el vivo ejemplo de un psiquiatra: con su bata, su barba, sus canas y sus gaficas. Me hizo unos cuantos test de inteligencia, porque sospechaba que podía ser superdotada. Pero aunque los resolví con bastante dignidad, al final descubrió que no sería yo quien inventara ningún remedio universal para los males del mundo. Después de un tiempo contándole mis historietas de patio de recreo, me dijo que adiós muy buenas, que ya estaba sana, y que regresara al mundo real.
Pero ahora me pasan cosas extrañas con ese psiquiatra. Me lo encuentro por mi barrio. Hasta ahí normal, puede que se mudara de residencia y ahora esté viviendo cerca de mí. Me lo encuentro en Carrefour, en el Erosky, en el mercadillo. Esta tarde me lo he encontrado en la biblioteca, en la otra punta de mi ciudad, y después de venir andando Fer y yo en nuestro paseo diario, me lo he vuelto a encontrar en la puerta de mi casa. Si no fuera porque Fer es testigo de las muchas veces que me lo encuentro, diría que estoy perdiendo el juicio. Lo veo una media de dos veces diarias, en zonas distinas.
He pedido cita con un elefante rosa para explicarle la situación. En ocasiones, veo psiquiatras. Pero no me cogerá, mi locura va mucho más rápida que sus remedios.
4 comentarios
Nadie me comenta, soy un triste -
Gema -
Los psiquiatras tampoco, pero al menos han estudiado más y mandan unas pastillas muy chulas. Yo le robé unas a Fer cuando se le fue el perolo, y se duerme de puta madre con ellas.
Nadie me comenta, soy un triste -
nevera de dos puertas -